Ritmo - Florencia Reisz, Daniela Santamaría y Mariana Pellejero (2018) - Texto curatorial

 

“Ha llegado el momento de que asumamos la responsabilidad de revelar nuestras propias imágenes, condicionados pero no destruidos por nuestras técnicas” escribe Luis Camnitzer en el Primer Manifiesto del New York Graphic Workshop en 1964, casi como presagiando el desafío de todo grabador en la historia del arte hasta el presente.  

Y es que la ortodoxia de una disciplina puede volverse una vara poderosa para medir el imaginario a nuestro alrededor desde una posición que pretenda ejercer algún tipo de autoridad o enjuiciamiento -hoy por hoy obsoleto a las intenciones de un artista-, así como puede volverse la temible cota de una perspectiva limitada a tecnicismos que sacrifiquen todo discurso a manos del Savoir, o arte del procedimiento.

 

El grabado hoy, como disciplina que integra en mayor o menor medida de salones y circuitos de reconocimiento artístico, continúa tanto su lucha por ampliarse a la denominación de arte impreso como por consolidar un entorno disciplinar que atienda las ocupaciones de la contemporaneidad. Prueba de que el tiempo no es el único factor que nos sitúa en el presente, en los salones seguimos atendiendo a obras que enaltecen el virtuosismo per se, hastiadas de tecnicismo sin impronta personal, que no pretenden más que admiración a una mano vacía de contenido, tendiendo distancias abismales entre aquel que sólo debe mirar a quien supo bien-hacer. La complejidad ha quedado reducida a su mera definición técnica y no como mecanismo epistemológico para problematizar temas que siguen pendientes al hombre y al arte.   

 

Estas tres artistas, como grabadoras, han decidido asumir esa responsabilidad a la que alude Camnitzer, sorteando el conflicto de difundir su técnica y hablando directamente desde su propio lenguaje, uno que configuraron en la elaboración misma de la obra, en el hacer y en el pensar, indagando libremente sobre la materia y la imagen para dar forma a su producción simbólica. 

Una vez leí que el arte es una relación por medios intuitivos con aquello que no se domina, casi como la brujería, y creo que estas tres artistas ejercen su brujería en una constante negociación entre experimentalismo y tradición, revalorización e impugnación; en esa tensión que da cuenta de una relación contemporánea en el pleno hacer, tratando de dominar no una técnica sino su propia intención de hasta dónde contar sus búsquedas, en el caso de Reisz, sus cicatrices, como Santamaría o sus transcripciones, como Pellejero.


 

-

 

Lole Remón