Lo débil se mantiene. Ensayos para una posible comprensión - Facundo Lugea (2018) - Curaduría

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Cuando empezamos a hablar con Facundo acerca de su trabajo en este cuerpo de obras me habló de su necesidad de expandir su ejercicio poético a otro lenguaje y materiales porque el sólo enunciamiento o lectura de la palabra escrita restringía su capacidad de sentido y él, en cambio, quería construir un diálogo más amplio. 

Ésta amplificación sí replicó uno de los efectos de sus obras antecedentes y fue el de conseguir de manera espontánea hablar con una voz que interpela tanto a la piel como al oído, ahora manifiesta a través de los objetos y sus asociaciones.

 

La deliberada puesta en tensión entre los elementos esconde un cúmulo de intenciones que se refuerzan, son derrotadas, preguntan, exigen, extralimitan y quizá convivan con cualquier concepto o paradigma que se tenga en torno a la mortalidad y la trascendencia. 

En la intimidad de la reflexión, continente y contenido sobreviven en un silencioso y permanente forcejeo, envueltos en un ensayo que busca evidenciar lo invisible, volverlo físico, como si una especie de fuerza latente en toda la sala lograra hablar de la vida física y la vida inmaterial en un instante y en simultáneo.

 

Mientras elaboraba este texto el tiempo quiso que me topara con dos citas cuyas fuentes en nada -al menos inmediato- se relacionan:

       “Hacemos lo que podemos para perdurar. (...) Asegurarnos seguir por ahí”, declara el guión en una película, mientras que John Berger dice,

       “La sorpresa radica en la posibilidad de redescubrir el mundo (...) después de una ausencia en otro lugar.”

 

Y creo que es una forma de sorpresa lo que hallamos tras la tensión y aquello que ella pone de manifiesto ahí, entre los elementos más cotidianos que en este ejercicio vienen a hablarnos de la relación diaria que prueba nuestra existencia; de la belleza sólo posible a partir de la mortalidad, la belleza de hacer posible lo improbable y de la vida secreta y permanente del vacío y de lo inmaterial.

 

Será que a la voluntad de permanencia cuando se nos presenta de una forma deliberada o casual no nos queda más que concederle su verdad inevitable, su perenne belleza, su finita condición física y, sobretodo, el tiempo que requiera. Así es el caso de estas obras, como el de esa voluntad y como con las emociones más inherentes al ser humano, ameritan tiempo y más de una concesión.


 

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Lole Remón